Somos más propensos a identificar nuestras circunstancias difíciles que a identificar los problemas de nuestro corazón que estas circunstancias quieren revelar.
La historia del Antiguo Testamento acerca de la liberación de Israel de Egipto describe la historia del Nuevo Testamento respecto a liberación de la Iglesia del pecado a través de tres etapas principales: Egipto (que representa el pecado), el éxodo (que representa la salvación) y la Tierra Prometida (que representa el cielo). El éxodo de los israelitas de la esclavitud en Egipto dirigido por Moisés (Éxodo 14: 21-22; Deuteronomio 8:14) apunta al éxodo del creyente de la esclavitud al pecado dirigido por Jesús (Romanos 6: 17-18). Asimismo, la Tierra Prometida que fluye leche y miel (Éxodo 33: 3; Deuteronomio 11: 9) apunta al hogar celestial que contiene paz y seguridad (2 Corintios 5: 1; Apocalipsis 21: 4; 2 Timoteo 4:18). Entre el éxodo de Egipto y la entrada a la Tierra Prometida existe un territorio expansivo plagado de incertidumbre e incomodidad: el desierto.
Para los israelitas, esta tierra representa el "ya, pero aún no". Una vez que entran al desierto, los israelitas se encuentran en el "ya" salieron de la esclavitud en Egipto, pero "todavía" no han entrado en la Tierra Prometida. Hoy, los creyentes se encuentran en esta misma realidad de “ya, pero todavía no”. Ya hemos sido salvados de la condena del pecado (Romanos 5: 10-14), pero aún no hemos escapado de la presencia del pecado.
El motivo del desierto: de Egipto a Corinto
El motivo del desierto abarca desde los viajes de los israelitas en el Pentateuco hasta la tentación de Jesús en los Evangelios y las luchas de la iglesia en las Epístolas (Mateo 4: 1-11; 1 Corintios 10: 1-6). Deuteronomio 8:15 desarrolla la trayectoria de este motivo al describir la naturaleza implacable del hogar de cuarenta años de los israelitas, diciendo: "Él te condujo a través del inmenso y terrible desierto, con sus serpientes abrasadoras y escorpiones, tierra sedienta donde no había agua; Él sacó para ti agua de la roca de pedernal".
Los animales venenosos y la deshidratación no son las únicas circunstancias preocupantes en el desierto. Conflictos domésticos entre el cónyuge y la familia extendida (Números 12: 1-2), la muerte de seres queridos (Números 20: 1, 28-29), enfermedad física (Números 5: 2; 12:10), y la oposición de otras naciones (Números 20: 14-21) también causan estrés, tensión y dificultad para el pueblo de Dios mientras se abren camino a través del calor abrasador del "ya, pero aún no”.
Un desierto como el de ellos
Las duras circunstancias del desierto son similares a las circunstancias que enfrenta el pueblo de Dios hoy. Los israelitas enfrentaron constantes amenazas a su salud, sus hogares y sus seres queridos. Los creyentes de hoy enfrentan malestar político y cáncer; accidentes automovilísticos y epilepsia; bombardeos públicos y depresión. Agregue la lucha marital, las luchas financieras, un dolor de espalda y una llanta rota, y nuestro desierto "ya, pero aún no" se parece cada vez más al desierto de los israelitas por el momento.
Encontrar un propósito en el desierto
En Deuteronomio 8, los hijos de Israel están cerca de entrar a la Tierra Prometida. Están listos, después de cuarenta largos años, para salir de la omnipresente esterilidad de su desierto. Mientras habla al pueblo escogido de Dios, Moisés reflexiona sobre la naturaleza humillante del desierto y revela parte del propósito dado por Dios para sus pruebas. Él declara: "Y te acordarás de todo el camino por donde el Señor tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón, si guardarías o no Sus mandamientos" Deuteronomio 8:2
El Señor, en Su omnisciencia, ya conoce el contenido de los corazones de Su pueblo y no les exige que soporten el desierto para hacer este descubrimiento por Él mismo (1 Juan 3: 19-20; Salmo 139: 4). En cambio, como enseña el Dr. John Street “les llevó a través de un tiempo tan problemático para que ellos supieran lo que había en sus corazones”. Dado que el enfoque principal de manejar la Palabra en la consejería bíblica es lograr un cambio de corazón, el uso de Dios de circunstancias similares a las de un desierto para revelar el corazón es muy útil para el consejero y el aconsejado. El desierto es una herramienta de diagnóstico para identificar y exponer los problemas de corazón que a menudo pasan desapercibidos en nosotros y en aquellos a quienes aconsejamos.
Cómo el desierto revela el corazón
Como personas que existen en el “ya, pero todavía no”, somos más propensos a identificar nuestras circunstancias difíciles que a identificar los problemas de nuestro propio corazón, que las circunstancias quieren revelar (ver Números 11: 1-15). Esta tendencia es evidente cuando un aconsejado presenta sus problemas. A menudo, no siempre, las almas preciosas que necesitan ayuda describen sus problemas como circunstancias externas; como los escorpiones y el clima desértico…En lugar de respuestas internas como; la falta de fe y el descontento…Como consejeros, podemos implementar las instrucciones de Moisés animando a nuestros aconsejados a examinar retrospectivamente sus motivos, afectos, intenciones y deseos (es decir, su corazón) en los momentos “desérticos” de la vida.
Por ejemplo, un aconsejado puede recordar un intento particularmente desafiante de cambiar un pañal cuando su hijo más pequeño sacudió las piernas y rechazó la nueva prenda, mientras su hijo mayor se subía por la espalda para usarlo como patio de recreo de la escuela primaria.
El aconsejado puede describir el comportamiento desviado de sus hijos (la circunstancia del desierto) como la razón de su ira pecaminosa. El comportamiento de los niños puede dificultar la vida santa, pero no es la causa del pecado. La Palabra de Dios nos enseña que el comportamiento de los niños, como el desierto de los israelitas, ayuda a exponer la ira preexistente que reside dentro del corazón del aconsejado (Marcos 7: 21-23; Deuteronomio 8:2).
Deuteronomio 8:2 le enseña al consejero a evaluar a un aconsejado mientras soporta circunstancias similares a las de un desierto. Si el aconsejado desobedece los mandamientos de Dios en estos tiempos, hay un problema del corazón. Una vez que el consejero y el aconsejado reflexionan sobre las razones de la respuesta del corazón a circunstancias difíciles, y el desierto ha cumplido su función de diagnóstico, el consejero puede estar listo para considerar con oración los textos bíblicos específicos que abordan el problema del corazón recién expuesto. Este ejemplo muestra que examinar la respuesta del aconsejado en una amplia gama de eventos (incluso en eventos aparentemente intrascendentes como un cambio de pañal) es útil para el consejero mientras busca descubrir las profundidades del corazón (Proverbios 20: 5).
Jesús en el desierto
En Mateo 4:1-11, vemos a Jesús ocupando un lugar central en Su propia experiencia en el desierto. Aquí, el desierto expone un corazón de confianza, cuya fortaleza es la Escritura (Salmo 119: 11). Jesús cita a Moisés de Deuteronomio 8, negándose a abandonar su fe en la provisión de Dios para sus necesidades en el desierto (v. 3). Muestra al consejero y al aconsejado la suficiencia de las Escrituras para soportar el desierto con santidad. Cuando nuestros aconsejados caminan por el desierto y sus corazones comienzan a parecerse más al de Jesús que al de Israel, debemos agradecer humildemente a Dios por elegir incluirnos en la santificación de Sus santos.
Sobre el autor
John Fry es un consejero certificado por la ACBC y se desempeña como editor general del blog Reformed & Confessional. Vive en Santa Rita, Guam con su esposa y dos hijos.
Traducido por: Zoar Carrillo / Mariana Robles
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