Nuestra percepción de la discapacidad está fuertemente influenciada por la cultura. ¿Cuál es comportamiento normal? ¿Qué es vergonzoso? Como cristianos, debemos tener un entendimiento bíblico de la naturaleza humana mientras cuidamos de personas y familias afectadas por la discapacidad. Ambos, el cuerpo y el alma son importantes en un enfoque holístico para el ministerio de discapacidad y la consejería. En el ministerio de discapacidad, puede ser tentador cuidar el cuerpo y descuidar el alma.
La imagen de Dios como fundamento
Teológicamente, creemos que todas las personas, con o sin discapacidades, son creadas a la imagen de Dios (imago Dei; Génesis 1.26-27). En el ministerio de discapacidad, puede que usemos la frase “creado a imagen de Dios” para defender el valor de todas las personas, pero ¿qué impacto tiene esta creencia teológica en nuestro ministerio hacia personas con discapacidades?
Lo pecaminoso en una persona no está condicionado por expresiones visibles de pecado.
Fundamentalmente, quiere decir que nuestras discapacidades no nos definen y que no estamos incompletos si tenemos una discapacidad. Como cristianos, cada persona es una parte valiosa de la iglesia, seamos un ojo o un pie (1 Corintios 12:21-26). No hay miembros menos honorables. Cuánto necesitamos recordarlo para la próxima vez que veamos a un hermano o hermana en Cristo que tenga una discapacidad de cualquier tipo.
Acercarse a la imagen de Cristo y vivir Coram Deo
Empezamos con la imagen de Dios, pero no debemos parara allí. El deseo de Dios para nosotros es que seamos conformados a la imagen de Cristo (imago Christi; 2 Corintios 3.18) y vivir en la presencia de Dios (coram Deo; Mateo 6.33).
Esto significa que tenemos que hacer todo lo que podamos para enseñar a nuestros seres queridos acerca de Dios y la verdad del evangelio mientras somos un ejemplo de devoción. Como sucede con los niños, no sabemos hasta donde impacta nuestra influencia, pero seguimos confiando y poniendo nuestra confianza en Dios para que haya un cambio en sus corazones.
La manera en que una persona con una discapacidad cognitiva severa procese el evangelio será diferente y debemos tener cuidado de no entorpecer el trabajo del Espíritu Santo creándonos expectativas estandarizadas de lo que implica una fe genuina.
La imagen de Dios se restaura a través del proceso de santificación mientras somos conformados a la imagen de Cristo y vivimos para la gloria de Dios (Colosenses 3.10). La santificación implica que respondamos a Dios y al trabajo del Espíritu Santo en nosotros. La manera en que una persona con una discapacidad cognitiva severa procese el evangelio será diferente y debemos tener cuidado de no entorpecer el trabajo del Espíritu Santo creándonos expectativas estandarizadas de lo que implica una fe genuina, por ejemplo, que se conteste con las palabras “correctas” a preguntas de fe. Puede que las personas que están más cerca de una persona con síndrome de Down o de una persona con una lesión cerebral traumática tendrán más conocimiento sobre su salvación que el pastor.
La iglesia también tiene la responsabilidad de crear un ambiente de amor para las personas discapacitadas. ¿Salen de la iglesia con buenos pensamientos acerca de Dios? ¿O quieren evitar la iglesia? Para que haya un verdadero sentido de pertenencia damos la bienvenida a todas las personas, pero ellos necesitan saber a quién pertenecen y que esa pertenencia es posible a través del evangelio. Sin el evangelio creamos un falso sentido de inclusión basado en esfuerzos humanos (“Quiero encajar”) y dependiente de la aceptación de las personas (“¿Le caigo bien a los demás?”). Nuestra pertenencia no tiene que ver con la respuesta de las personas, tiene que ver con nuestra reconciliación con Dios. Muchas veces la tentación está en confundir el cuidado físico con el espiritual. Como cristianos somos responsables ante Dios por ambos.
Discipular a la persona y no curar su discapacidad
Nuestro propósito no es curar las discapacidades sino discipular a las personas con discapacidades. La Biblia se centra en nuestra relación con Dios y con otros más que en entender lo complejo que es el cuerpo humano y el alma. La realidad de la discapacidad no cambia, pero podemos experimentarla haciendo la diferencia entre la desesperanza y la esperanza. Una discapacidad es una forma de sufrimiento y hay sufrimiento por el pecado, lo que nos recuerda la verdadera esperanza que es posible a través del sacrificio de Cristo en la cruz y Su resurrección.
La iglesia también tiene la responsabilidad de crear un ambiente de amor para las personas discapacitadas.
En el ministerio de discapacidad, abordar el pecado personal puede parecer frío, pero si creemos que todas las personas son creadas a la imagen de Dios y el propósito es glorificar a Dios, entonces por amor a los demás presentaremos el evangelio completo. Somos todos pecadores y necesitamos la gracia de Dios. Lo pecaminoso en una persona no está condicionado por expresiones visibles de pecado. El hecho de haber sido creados a la imagen de Dios no nos salva. La imagen de Dios en todas las personas está corrompida por el pecado. No hay parte de nuestra naturaleza que no haya sido afectada por el pecado, solo que algunos sabemos esconder mejor nuestros pensamientos, actitudes y palabras pecaminosas.
Una perspectiva bíblica no se concentra en el pecado, sino que trabaja para alcanzar la redención que encontramos solo en Cristo, nuestra verdadera esperanza. Para que quede claro, las enfermedades o las discapacidades no son necesariamente el resultado de un pecado personal, pero pueden ser usadas para glorificar a Dios (como el hombre ciego en Juan 9.1-3; “muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí” en 2 Corintios 12.7-10)
Sin el evangelio creamos un falso sentido de inclusión basado en esfuerzos humanos y dependiente de la aceptación de las personas.
Conclusiones para la consejería y el ministerio de discapacidad
¿Apoyamos un enfoque holístico, teniendo cuidado del cuerpo y del alma?
¿Despreciamos más el sufrimiento que el pecado (John Piper)?
¿Asociamos los problemas espirituales primordialmente con el pecado personal más que con todos los aspectos del alma (emociones, pensamiento, deseos, voluntad)?
¿Estamos limitando el trabajo del Espíritu Santo en las vidas de las personas y familias impactadas por las discapacidades?
¿Estamos compartiendo la verdadera esperanza a las personas y familias?
¿Pueden las personas discapacitadas decir que son bienvenidas y que pertenecen a tu iglesia?
Pregunta para reflexionar
Teniendo en cuenta la lista de preguntas, ¿cuál de ellas será la más útil para discutir como ministerio o familia?
Lily Park es profesora adjunta en consejería y asuntos femeninos. También sirve como consejera y como guía en consejería en su iglesia.
Traducido por: Ana Luz Herbel
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