La preparación sabia para el matrimonio comienza con conocer a Dios, construir tu vida en torno a su Palabra y comprender las razones por las que creó todo, incluido el matrimonio. El Señor no diseñó el matrimonio para operar en aislamiento; sino que encaja en su plan general para el mundo y sirve a sus propósitos redentores. Como cualquier otro regalo de Dios, ayuda saber por qué nos ha dado el matrimonio y con qué fin.
Del mismo modo, el Señor no te diseñó para operar en forma aislada, sino para relacionarte con Él y con otras personas. Estás diseñado para depender de su gracia, para vivir humildemente delante de Él y para darle la adoración que merece. La preparación sabia para el matrimonio requiere un conocimiento exacto de ti mismo y de los demás. Ayuda saber de dónde vienes, por qué existes, qué ha ido mal y cómo Dios te redime en Jesucristo.
Creado por Dios
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó."(Génesis 1:27).
No surgimos de la nada, sino de la voluntad, la Palabra y la obra de Dios. No evolucionamos de los animales, sino que fuimos formados por Dios para ser portadores de Su imagen. Esto tiene implicaciones maravillosas para el matrimonio. No te perteneces a ti ni te representas a ti mismo. Le perteneces a Dios y lo representas.
Después de que Dios creó el mundo, que culminó en la creación de Adán y Eva, " Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera." (Génesis 1:31). Esto tiene implicaciones también. A Dios le gusta la forma en que te hizo, y a Dios le gusta el matrimonio. Debido a que tú y tu cónyuge han sido creados únicamente por Dios, cada uno posee dignidad inherente; ambos son preciosos para Él. A Dios le importa la forma en que tratas a tu cónyuge y le importa la forma en que tu cónyuge te trata a ti.
Corrompido por el pecado
Poco después de ser colocado en el Jardín del Edén, Adán pecó contra Dios y cayó de la perfecta comunión con Dios (Génesis 3: 1-7). Este evento tiene terribles implicaciones para nosotros.
Todos los nacidos de Adán heredan su naturaleza pecaminosa (Romanos 5: 12-13).
Entramos en el mundo ajenos a Dios (Isaías 59: 2, Efesios 2:12).
Estamos espiritualmente ciegos y hostiles a Dios (Col. 1:21).
Nos negamos a amar a Dios y a los demás (Tito 3: 3).
En lugar de adorar y servir al Creador, adoramos y servimos a la creación. (Romanos 1:25)
Nuestra rebelión contra Dios nos esclaviza al pecado y nos destina a la muerte eterna. Esclavizados a nuestros deseos pecaminosos, servimos a nuestras lujurias y temores en lugar de a Dios. Consumidos con nuestros intereses personales, nos amamos a nosotros mismos mucho más que a cualquier otra persona.
Incluso si nuestra fe está en Cristo y nuestros pecados están perdonados en Cristo, el problema fundamental del pecado sigue plagando nuestros matrimonios. Aunque se nos ha dado una nueva naturaleza en Cristo y hemos sido liberados de la esclavitud del pecado, en nuestra carne aún luchamos contra los deseos pecaminosos. Necesitamos saber esto sobre nosotros mismos. Aunque existen muchos males fuera de nosotros, el problema principal de nuestras vidas no está fuera de nosotros, sino dentro de nosotros.
“Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias." (Mateo 15:19).
Aprender una comunicación sana puede ayudar al matrimonio; estar en la misma página sobre las finanzas, el sexo y la crianza de los hijos podría ser útil. Sin embargo, a menos que primero tratemos con nuestro problema más básico, la condición de nuestros corazones, ninguno de estos otros problemas se puede abordar y resolver correctamente. Más que nada, necesitamos que nuestros corazones sean redimidos por Dios.
Redimido por Cristo
Alabe a Dios por su gracia en Jesucristo. En lugar de darnos lo que nuestros pecados merecen, nuestro Padre celestial nos proporcionó un camino para reconciliarnos con Él y con los demás.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. "(Juan 3: 16-17).
A través de la fe en Cristo, la deuda que acumularon nuestros pecados se pagó, la justicia que tanto necesitamos se nos acredita, y recibimos un corazón nuevo que puede amar a Dios y a los demás. Esta es la única esperanza verdadera para nuestros matrimonios.
"De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. "(2 Corintios 5:17).
En Cristo, recibimos una nueva naturaleza. En Cristo, nuestros pecados son perdonados. En Cristo, recibimos paz con Dios. En Cristo, somos adoptados como hijos. En Cristo, somos declarados justos. Nuestras pasiones cambian. Nuestros deseos cambian. Lo que amamos y odiamos se alinea con lo que Dios ama y odia. Entramos al matrimonio viendo todo a la luz del evangelio. El matrimonio ya no se trata de servirnos a nosotros mismos, sino de Cristo y su iglesia; se trata de amar a los demás y disfrutar de un regalo de Dios para la gloria de Dios. El resto de nuestras vidas se dedicará a captar y celebrar la realidad de que el matrimonio es en Cristo.
Lleno por el Espíritu Santo
Recibimos un nuevo corazón cuando el Espíritu Santo nos une a Jesucristo y nos hace nacer de nuevo, ya no desciendo de Adán, sino que perteneciendo a Cristo. El Espíritu no solo nos une a Cristo, sino que reside en nosotros y nos sella para siempre. Un nuevo poder funciona en nosotros, el poder del Espíritu Santo, y toda una gama de actitudes, lealtades, pensamientos, emociones y acciones se hacen posibles.
"Más el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley." (Gálatas 5:22-23).
El enfoque, entonces, no está tanto en nuestra capacidad de ser un cónyuge increíble o hacer que nuestro matrimonio sea increíble. El enfoque principal se convierte en nuestro compromiso diario de caminar en el Espíritu y dependiendo de su ayuda. Qué gloriosa promesa ofrece la Escritura: "Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne." (Gálatas 5:16). Vivir en la carne es la caída de cualquier matrimonio. Vivir en el Espíritu es la edificación de cualquier matrimonio. Vivir en el Espíritu significa alimentarse de Su Palabra, clamar por Su misericordia, confiar en Sus promesas, vivir humildemente entre los santos, negar los deseos de la carne, decir "sí" al consuelo del Espíritu, adorar a Cristo, cantar alabanzas a Él... y así sucesivamente. No hay sustituto en el matrimonio para caminar diariamente en el Espíritu.
Preguntas para la reflexión
¿Naciste de nuevo por el Espíritu a través de la fe en Jesucristo? ¿Estás entrando al matrimonio como una nueva creación en Cristo? ¿En qué medida caminas en Su Espíritu todos los días? ¿De qué manera podrías crecer en este sentido?
John Henderson ha servido como pastor consejero en su iglesia local en los últimos 15 años. Su oración es ver el evangelio de Jesucristo redimir y transformar los corazones y las vidas de las personas en formas reales y prácticas. John y Ruth se casaron en 2000 y tienen cinco hijos.
Traducido por: Miguel Linares
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