Me apasiona ver audiciones a programas de talentos. Puedes ser asombrado por voces que pertenecen a cuerpos que no imaginabas que tuvieran tal capacidad musical para afinar y cantar bien; y del mismo modo, entretenerte cuando alguien que lucía como la próxima Celine Dion abre su boca y suena como si alguien estuviera maltratando gatos. Esos programas te ayudan a ver los modos correctos e incorrectos de participar en una audición.
En casi una década dentro del movimiento de la consejería bíblica, he visto virtudes increíbles que bendicen a la iglesia y ayudan en la expansión del reino de Dios en la vida de más personas. Pero también errores puntuales que, si viniesen de cantantes, sonarían peor que la señora que al cantar suena como si estuvieran torturando gatos.
Yo mismo he cometido muchos errores de este tipo y todavía aprendo de ellos. Pensando en la importancia de crecer como consejeros bíblicos, estos son los 10 errores más comunes en el ejercicio de la consejería bíblica.
1. Más confianza en la técnica que en el Espíritu y Su Palabra
Cuando tenemos un arsenal de versículos para cada caso, un formato de consejería listo, y “éxito” en sesiones pasadas con problemas similares, es fácil sentirnos cómodos. Es fácil apoyarnos en nuestra técnica más que en la esencia del poder que activa el cambio verdadero en las personas, que es el evangelio. El Señor nos advertiría: “‘No por el poder ni por la fuerza, sino por Mi Espíritu’, dice el SEÑOR de los ejércitos” (Zac 4:6).
Somos prontos para empezar procesos de consejería y operarlos desde nuestra experiencia y éxitos pasados, y no con el temor de saber que estamos frente a un alma que Dios ama. El aconsejado no necesita nuestra mera experiencia o arsenal de versículos, sino que está desesperado por Dios. A menos que Su Espíritu Santo aplique la Palabra a su corazón, no habrá verdadero cambio.
Cuando no estés desesperado por la presencia de Dios en tu vida y en la sala de consejería, estás en un riesgo mortal. Estás peleando la batalla con las armas equivocadas.
2. Falta de preparación
Vengo de una cultura de iglesia donde se nos enseñó que “Dios no llama al capacitado; Él capacita al llamado”. Esto es verdad, pero algunos usan este concepto para justificar la falta de estudio y preparación en la formación de la piedad personal y ministerial.
Es esencial seguir preparándonos como consejeros. Sobre todo en un ecosistema donde las personas llegan a nosotros con problemas que —aunque tienen la misma solución que presentamos (el evangelio)— podemos abordar mejor desde una compasión informada al conocerlos bien. Crecemos en compasión cuando nos preparamos y tenemos las herramientas para ayudar a las personas que sufren.
3. Pereza ante los casos de consejería
Pocos ejercicios del ministerio nos conceden el regalo de parecernos más a Jesús que el ejercicio saludable de la consejería bíblica. En ella tenemos la oportunidad de acompañar a la persona y servirle para que pueda andar con Jesús de modo real y consistente, a fin de ver a Jesús hacer lo que solo Él puede hacer. Estamos en primera fila para mirarlo de cerca. Pero eso toma tiempo y trabajo. Si somos perezosos, nos frustraremos cuando el aconsejado no responde en el tiempo y modo esperado.
Recuerdo cuando un pastor y su esposa justificaron así su renuencia a dar consejería: “¡Es que es mucho trabajo!”. Sí, lo es. Pero las personas son nuestro trabajo. Nuestro primer llamado es a la intimidad con Jesús, y luego al servicio del reino de Jesús y Su pueblo (obviamente, considerando la prioridad de nuestras familias).
Considera que Dios enviará a tu vida a personas con situaciones que no se resolverán en una charla o un mes de sesiones, sino quizás en años. Es más, quizás alguno se vuelva tu discípulo de por vida y, por gracia, llegue a ser un gran amigo y testimonio del poder de Dios.
No seas perezoso. Ten en cuenta que la consejería puede involucrar más tiempo del que esperas dar… pero vale la pena, créeme. Cada hora invertida en amar a otros y ayudarles en Cristo (incluso cuando se trata de gente ingrata y rebelde) dará fruto para gloria del nombre de Jesús en tu vida y la de otros.
4. No presentar al aconsejado un panorama real del proceso
Si no hay una expectativa clara del proceso, será fácil que el aconsejado se frustre y renuncie. He aprendido que, luego de escuchar a la persona en la primera sesión, debo presentarle un estimado de tiempo y forma en la que el proceso se desarrollará.
Esto ayuda a que el aconsejado sepa, si fuera el caso, que su problema no se “arreglará” al salir de la primera sesión ni tampoco en un mes. Pero también le ayuda a ver que, si trabajamos juntos y Dios nos visita en gracia, en tantas semanas o alguna fecha estimada la persona podrá ver en su vida el fruto que empezaremos a sembrar esta semana.
Esto brinda ánimo y fuerzas al aconsejado cuando la voz del enemigo lo invita a renunciar. Así como Dios nos habla del final del proceso de crecimiento en el que estamos (Ro 8:28-29; Fil 1:6) y eso nos da esperanza, la consejería nos da un lugar donde podemos extender dicha gracia al aconsejado que pide ayuda.
5. No saber cuándo terminar el proceso y cómo conectarlo con la iglesia local
En realidad, aquí hay dos errores que menciono juntos porque van de la mano. Un error del consejero novato es no saber cuándo terminar el proceso de consejería: o lo termina demasiado pronto, o se vuelve sempiterno e infructífero. En Con tu consejo entrenamos a los consejeros a saber cuándo dar por terminado un proceso, y enseñamos que desde el comienzo del mismo se debe iniciar un periodo de transición del aconsejado hacia afirmarse como miembro activo de la iglesia local (si el aconsejado al comienzo de la consejería no forma parte de una iglesia).
La iglesia es el invernadero que Dios diseñó para que el creyente fuese sembrado y creciera. La sala de consejería bíblica jamás estuvo diseñada para ser lo que la iglesia es. Por el contrario, la consejería debe ser parte del ADN de una iglesia, de modo que los aconsejados caminan esta transición de ser aconsejados a ser miembros. Muchos de ellos caminan (si el consejero es bueno) este proceso de modo que no se dan cuenta de lo que está ocurriendo. Cuando lo entienden, ya son miembros de la iglesia, activos en sus grupos de comunidad, y con nuevos amigos que les ayudan en su andar en fe.
Si como consejero no te puedes ir de vacaciones o tomar un sabático confiando en que tu aconsejado y la iglesia ya tienen una relación sana y regular, entonces has hecho un mal trabajo como consejero. Has hecho que el aconsejado dependa de ti, no del Señor.
6. Delegar los “casos complicados” al mundo y dejar de acompañarlos
Creo que la psicología es un intento del mundo de entrar en nuestra cancha y jugar nuestro partido. Incluso hay colegas que creen que la psicología tomó el lugar que la iglesia dejó o le cedió cobarde y perezosamente. Pero si somos literales, la psicología es el estudio del alma. Así que considero que los psicólogos, si hacen las observaciones correctas, llegarán a buenas conclusiones sobre cuáles son las preguntas importantes. Sin embargo, como buscan las respuestas en fuentes erradas, sus soluciones quedarán eternamente cortas.
Un error común en pastores e iglesias, o consejeros inseguros, es referir aconsejados con problemas “complicados” a psicólogos sin siquiera acompañar el proceso. Solo le dan el teléfono de un especialista, y en un esfuerzo mayor quizás le ayudan a agendar una cita, pero llegan solo hasta allí. Pierden de vista el caso, pasando por alto que están enviando afuera a una oveja del Señor para que el mundo la “sane”. Hay mucho más para hablar al respecto, pero el punto aquí es que, ya sea que el aconsejado tenga que recurrir a un especialista o no, es importante no abandonar nuestro proceso de consejería con él.
7. Cambiar el orden y la disciplina al aconsejar a personas cercanas
Admito con vergüenza conocer por experiencia el daño que causa este error. Alguien cercano te pide consejería y tu trato, formato, y firmeza en el proceso empiezan a “relajarse” porque “hay confianza”. Entonces dejas de asignar tareas, empiezas a permitir cosas que no le permitirías a un aconsejado neutral, y luego el proceso colapsa con peores daños porque te permitiste “bajar la guardia” ante el cariño que le tienes al aconsejado.
Opera cada caso de consejería con el temor a Dios y amor a Su nombre, por encima del amor a tu amigo o colega que te pidió ayuda.
8. Aconsejar a la nueva generación sin entender los cambios en ella
No hay nada nuevo bajo el sol. Pero también es cierto que cada generación tiene ritmos distintos y prioridades que toman nuevas formas. Es un error aconsejar a la nueva generación del mismo modo que aconsejas a la tuya o a generaciones anteriores.
Por ejemplo, la atención de las nuevas generaciones es tan rápida para perderse que, si no desarrollas un modo de aconsejar con acciones diarias, será fácil que el aconsejado termine por abandonar el proceso. Antes dejabas una tarea y lo normal era que te la traían por escrito o impresa para la siguiente sesión; hoy, a la nueva generación, debes dejarle la tarea por WhatsApp para esta misma noche o mañana, para poder fomentar mejor una rutina de acciones piadosas que vayan alimentándolo y animándole.
No digo que la nueva generación es mejor o peor; solo que opera y procesa las cosas con un ritmo distinto. Nuestro deber en amor es conectar con ellos, para discipularles y modelarles un ritmo de piedad estimulante y relación diaria en Cristo.
9. No promover una cultura de cuidado del alma para el consejero
Si tienes un equipo de consejería en tu iglesia, este error te costará muy caro si no lo corriges a tiempo. Hay sesiones de consejería que son más desgastantes que dar un sermón a la iglesia. La consejería es una batalla que nos ubica en primera fila en una guerra entre la luz y las tinieblas por el alma de una persona.
El consejero está regularmente dando, dando y dando. Si no tiene una autoridad por encima que le cuide y pida cuentas de su perseverancia en las disciplinas espirituales para la salud del alma, él colapsará junto a una parte del fruto que dió en la vida de otros.
Es común encontrar a consejeros que no se congregan, no tienen personas de autoridad en sus vidas, no saben descansar y no tienen intimidad con Dios. Piensan cosas como “ya pasé tiempo con Dios en Su Palabra ayudando a toda esta gente”, y poco a poco el gozo de ellos se va perdiendo y sus almas se van apagando. Luego llegan a cometer errores mortales que los descalifican y traen dolor a sus vidas y a su alrededor, por creer que no era necesario ser y vivir como ovejas.
10. Copiar y enseñar lo que aprendes sin ponerlo en práctica
En los años que llevamos haciendo conferencias y entrenamientos en consejería bíblica, hemos comprobado la arrogancia del hispano, que lee un libro y ya quiere dar una conferencia al respecto. Cada año recibimos correos de personas que nos piden permiso para dar nuestro material como clases en sus iglesias o seminarios, y procuramos explicarles con amor y paciencia que eso no está diseñado para ser un “material para dar”.
En cambio, es un material para andar, para ejercitar, para usar en el ejercicio real de ministerio mutuo en la iglesia y en el alcance de más personas para el reino de Dios.
Que no te urja enseñar algo que no has aplicado ni visto su fruto en tu vida primero y en las de otras personas. Dios nos llama a ser testigos, no promotores. El mundo hispano está harto de gurús, coaches, pastores o figuras que hablan de algo que no viven; expertos que dicen y enseñan algo que no hacen. Creo que a ellos también se refiere Jesús cuando advierte de los fariseos que imponen cargas pesadas a otros que ni ellos cargan (Mt. 23:4).
Prepárate, estudia, lee libros, y usa lo aprendido. Ponlo en práctica de manera consistente y entonces serás íntegro para enseñar a otros.
El pastor Johnny Hunt me enseñó algo importante cuando me dijo: “Muchos creen que la experiencia propia es la mejor maestra; yo digo que no, la experiencia ajena es la mejor maestra”. ¿Por qué querrías cometer los errores que le costaron caro al que ya los cometió antes de ti?
Espero que esta lista de errores —propios y de otros— te ayude a evitarlos y caminar de una manera más íntegra en la consejería bíblica. Que nuestro servicio, si fuese música, pueda sonar afinado y aprobado ante el Rey Jesús.
Sobre el autor
Kike Torres es pastor de Horizonte Querétaro (México), predicador y evangelista. Presidente de la Coalición de Consejería Bíblica en México y miembro del consejo internacional de Biblical Counseling Coalition. Actualmente estudia el doctorado en el SEBTS. Es maestro y consejero en el Seminario de Estudios Bíblicos Aplicados al Ministerio. Puedes encontrarlo en Twitter: @kikepastorres y en Facebook.
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