¿Te has sentado alguna vez con alguien que está luchando con asuntos extremos; problemas que tendrían un diagnóstico como: Desorden de estrés post traumático, desorden limítrofe de personalidad o pedofilia; desde el punto de vista de un psiquiatra o psicólogo?
Si has tenido la oportunidad de trabajar con individuos luchando en niveles tan severos, entonces sabrás que el proceso de consejería puede ser retador e inclusive confuso.
Para las personas que batallan con tales asuntos, el cambio con frecuencia se siente fuera del alcance. Tomemos por ejemplo, un hombre luchando con lo que se conoce en nuestra sociedad como pedofilia. Yo he trabajado con muchos hombres así, y la intensidad de la batalla a la que se enfrentan diariamente, es muy difícil de entender con exactitud. Tener una perspectiva correcta en el laberinto de mentiras, engaño, inseguridades, ambiciones malignas, y lujuria sexual que motiva a un corazón oscurecido (por lo menos para mí) solo es posible por medio del discernimiento del Espíritu Santo; y solo puede entenderse por medio de Su Palabra. Juntemos la lucha personal de alguien que ha sido aconsejado por Psicoterapeutas y Psiquiatras, con su propia confusión; esta se aumentará “cien veces”. Con frecuencia estas personas atribuyen su batallar; a una enfermedad o a sus propios traumas sexuales de la infancia.
Lo anterior es lo que se les ha dicho. Mientras que quiero entender su conceptualización del asunto; como la manera correcta de entrar en su mundo de ideas, también se me ha dado la tarea de amarlos y de ayudarles a ver su problema; desde el punto de vista superior de las escrituras. Además de esto, lo que yo busco hacer principalmente, es exponer a estas personas a la infinita, todopoderosa, transformadora de corazones, alteradora de vidas, destructora de pecados, incomprensiblemente amante, eternamente comprometida persona de Jesucristo. Al embarcarme en lo que yo espero sea un viaje de redención con los aconsejados: yo quiero que entiendan que nuestro “Enfoque Principal”, nuestro factor crucial para tomar decisiones en el proceso, es básicamente solo Cristo.
Al construir esta estructura, con frecuencia llevo a los aconsejados a Tito 2:11-14:
Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.
¡Si él o ella tienen alguna esperanza de cambio, se encuentra en este pasaje!
La gracia de Dios está presente
Primero, la buena noticia para tales personas es que la gracia de Dios está presente y visible (considerando que el que está batallando es un creyente en Jesucristo). Obviamente, debemos discutir su fe en Jesús, lo que significa para ellos y de qué manera es importante en sus vidas diarias. No debemos fallar, asumiendo neciamente, sobre la salvación de alguna persona. No debemos hacer conclusiones, simplemente porque la persona dice que él o ella es cristiano; esto no necesariamente es verdadero. También debemos proteger a nuestros aconsejados, de nuestros propios juicios; ya que podemos pensar que por luchar con un pecado crónico, (continuo) tal vez no tengan una fe genuina. Es de suma importancia ser pacientes, y hablar con Dios en oración sobre este asunto.
Ahora, asumiendo que está presente una fe genuina: se deben proclamar las buenas nuevas de la gracia de Dios, en la batalla. Por ejemplo, personas con patrones habituales e intensos de pecado (especialmente los de naturaleza sexual) con frecuencia no aprecian la gracia de Dios en el proceso, porque han fracasado en los esfuerzos anteriores. Se resignan a la desalentadora mentira de que el cambio no es posible. Tal falta de esperanza es una oportunidad importantísima, para recordarles el evangelio.
Tal vez la persona ya olvidó o nunca se dio cuenta, de que como creyente: él o ella ya han experimentado el más grande milagro de transformación evidenciado en la Biblia. El Apóstol Pablo tenía que recordarle a los santos de Éfeso de esta manera: “Y Él les dio vida a ustedes, que estaban muertos a causa de sus delitos y pecados, en los cuales anduvieron en otro tiempo según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.” (Efesios 2:1-2) Después continúa, “Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos a causa de nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia ustedes han sido salvados)” (Efesios 2:4-5). Esto es la “Gracia de Dios apareciendo” y era un suceso sobre el cual la persona NO tenía control. Cuando las personas recuerdan esta verdad: esto los trae cara a cara con la realidad de que Dios ya los ha cambiado radicalmente (sin necesidad de su ayuda), y ÉL continúa reinando soberanamente en sus corazones al ir conformándose a Su imagen.
Una verdad radical para aconsejados agotados:
¡Dios ya me ha traído de muerte a vida. Yo estaba impotente, aun así, Él me levantó de los muertos! ¡Si, en Su amor, Él me transformó radicalmente el corazón; cuanto más es capaz Él de cambiarme en mi lucha presente! ¡Él fue fiel en mi salvación; Él será fiel igualmente en mi santificación!
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