La paternidad es simultáneamente un gran privilegio y una tarea abrumadora. Cuando tu bebé recién nacido es puesto en tus brazos por primera vez, tu corazón se desborda de gozo. Al mismo tiempo, el peso de la responsabilidad puede ser abrumador al poner a tu vulnerable bebé en el asiento del carro y al saber que ahora está por completo a tu cuidado. Esta jornada de la paternidad se trata de navegar en el balance entre el gozo y el temor de la gran responsabilidad.
La imagen de este frágil bebé parece lo suficientemente inocente, aun así su corazón tendrá maleza como un jardín en el verano. Es difícil creer que nacen siendo pecadores y que necesitarán la supervisión correctiva de un padre.
La verdadera tarea de la disciplina paternal, amorosa y correctiva se hace más evidente una vez que el bebé empieza a moverse alrededor y su naturaleza pecaminosa juega a las escondidas. Los hombres pueden responder a esta responsabilidad dada por Dios de muchas maneras diferentes. Algunos hombres quieren huir de esta responsabilidad, repitiendo un patrón pecaminoso de hombría que comenzó con Adán en el huerto cuando él renunció a su responsabilidad de protegerlo contra la maldad. Otros hombres, están entusiasmados de comprometerse en esta tarea de disciplinar a sus hijos. Para aquellos hombres que escogen comprometerse; hay peligros que pueden obstaculizar la disciplina efectiva. Primeramente, vamos a identificar un entendimiento bíblico de la disciplina antes de discutir sus posibles trampas.
El llamado a la disciplina
Hasta donde yo sé, el único mandamiento negativo dado a los padres en el Nuevo Testamento es “Y ustedes, padres, no provoquen a ira a sus hijos, sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor.” En Efesios 6:4, Pablo está advirtiéndole a los padres de un obstáculo apremiante para la madurez de sus hijos; una provocación al enojo. El camino de la madurez de un niño está pavimentado con disciplina piadosa e instrucción. Basado en prácticas comunes, muchas veces interpretamos este pasaje simplemente para que signifique que necesitamos disciplinar a nuestros hijos y llevarlos a la iglesia. Mientras asistir a la iglesia es una prioridad, debemos dejar de considerarlo suficiente cuando hablamos de instruir a nuestros hijos. De igual manera, la disciplina no está limitada a nalgadas, en lugar de eso incluye la idea de enseñarles una cultura.
Deuteronomio 6 nos manda una enseñanza paternal que abarca la vida diaria y ordinaria para poder inculcar una orientación enfocada en Dios en el niño. Este niño debe ser animado a pensar en todo el conocimiento y las experiencias de la vida con una vista profunda a la perspectiva de Dios. Debemos entrenarlos para ser sabios de acuerdo al reino de Dios en lugar de la sabiduría terrenal por la que somos tan contaminados.
Como J. C. Ryle nos recuerda, “El tiempo es corto, las formas de este mundo pasan. Aquél que ha entrenado a sus hijos para el cielo, en lugar de para la tierra, para Dios, en lugar de para el hombre, ese es el padre que será llamado sabio al final” (Ryle 9). La disciplina abarca el llamado de Deuteronomio 6 a estar con nuestros hijos y consistentemente apuntarlos a una orientación hacia Dios.
No solamente implica acción intencional y paternal, pero también debemos abordar varias tentaciones que nos van a dificultar una disciplina efectiva.
Trampas para una disciplina efectiva
Enojo
Satisfecho de que por fin estás tratando de involucrarte, tu carne está religiosamente apacible cuando te ocupas de tus hijos sin enojo. El enemigo es el mejor tentando creyentes a hacer las cosas correctas de manera equivocada. Desafortunadamente, hay muchas maneras de provocar a nuestros hijos a la ira y muchos peligros como resultado de esto. Provocar a tu hijo a la ira puede endurecer los hilos relacionales del corazón entre un padre y un hijo. La devastación del distanciamiento que se crea entre el padre y un hijo es la confianza rota; muchas veces resultando en un hijo que es más propenso a rebelarse en contra de las instrucciones de su padre en lugar de poner sus oídos atentos a sus palabras. (Proverbios 4:20)
Somos tentados a disciplinar con enojo cuando queremos impartir verdad a nuestros hijos sin gracia. Pecaminosamente, muchas veces nos importa más que nuestro mensaje sea escuchado en lugar de entendido. El niño va aprender a conformarse con lo exterior, pero por dentro construirá desprecio hacia la autoridad paternal y la instrucción. Esto puede llevar a tu hijo hacia el legalismo, pero no hacia la transformación de corazón.
El otro lado de la moneda es disciplinar con gracia extrema sin verdad. Esto es un odio escondido hacia el niño, escogiendo tenerlo momentáneamente cómodo en su necedad.
Ser ignorante de esta verdad y acostumbrarlo a seguir sus propios placeres, el niño tenderá a rebelarse contra los mandamientos amorosos de Dios o la instrucción provista por aquellos que están en autoridad sobre él. Cualquiera de estas dos trampas provocará a nuestros hijos al enojo y odio; hacia la disciplina efectiva de sus necios corazones. (Proverbios 22:15)
Deleite propio
Nuestra disciplina debe surgir siempre del deleite. Pero, ¿a quién dará deleite? ¿Al niño o a usted?
La disciplina motivada por el amor demuestra que el deleite está en el niño (Proverbios 3:12). Sin embargo, muchas veces la preocupación que tenemos por nuestros hijos está contaminada con nuestro propio orgullo. En consecuencia, un padre se ve tentado a disciplinar a su hijo, porque el niño está siendo un estorbo a sus ambiciones personales; en vez de haber desobedecido en algo particular.
Cuando disciplinamos a nuestra manera, motivados por nuestra satisfacción; respondemos en enojo hacia nuestro hijo por estorbar en nuestro propio disfrute. Morir a ti mismo; desarma cualquier deseo egoísta y hace posible disciplinar para el deleite del niño, ya que estamos motivados por su propio bien.
Preservación propia
Irónicamente, la manera en que el padre usa el enojo para controlar o domar a su hijo es una demostración de la falta de control propio. Este fruto podrido nace de la semilla de la propia preservación. En muchos casos, estamos intentando preservar nuestra percepción de nosotros mismos como un padre maravilloso. Como J. C. Ryle advierte: “Éste es un punto destacado en el que el hombre puede ver las faltas de su vecino con mayor claridad que sus propias faltas”. (Ryle, Los Deberes de los Padres, 2). Muchas veces estamos ciegos a nuestras propias faltas en esta área.
No es anormal para un niño actuar como niño en público; tiran su bebida en la mesa, hacen berrinches en momentos inoportunos, desobedecen cuando una multitud los está viendo. Esos momentos nos permiten ver un destello de la realidad con la que no quisiéramos tratar, así que nos aferramos a pensamientos incorrectos de que somos papás casi perfectos y que nuestros hijos son un reflejo de nuestra perfección. Para poder preservar esa arraigada vista de nosotros mismos; respondemos hacia nuestros hijos con enojo, sin importarnos mucho corregir su mal comportamiento, pero interesados en preservar una reputación de nuestra imaginación construida en el orgullo.
Disciplina como el Padre
Desearía que me fuera más difícil pensar en ilustraciones de mis propias fallas como padre. Pero la verdad acerca de eso, es que es una lucha contra nuestra propia carne, que es una batalla real y consistente. Gracias a Dios, nuestro Padre Celestial nos demuestra disciplina amorosa a los padres terrenales. Dios se dio a sí mismo por nuestro propio bien y no para mejorar su propio status, sino para restaurarnos. De la misma manera nuestra disciplina es para el bien de nuestros hijos y no primariamente para el bien de los padres.
Disciplina en bondad
La ira de Dios no es la motivación primaria que nos lleva al cambio verdadero. Entender la ira de Dios es crítico para entender la profundidad de la bondad de Dios, en Cristo. Es, sin embargo, la bondad de Dios que nos lleva al arrepentimiento (Romanos 2:3). Como padre, la bondad hacia nuestros hijos nos lleva a pastorear un verdadero cambio de mente y corazón.
La verdadera bondad mantiene el corazón de un hijo abierto a la instrucción (Proverbios 16:21).
Disciplina en amor
¿Cuánto debemos odiar a nuestros hijos para reconocer un obstáculo en su crecimiento y permanecer callados? Las consecuencias de la desobediencia de un hijo son mucho peores si los padres se sientan en silencio sin procurar la corrección. Porque al final, el carácter del niño será centrado en su propia voluntad, orgulloso y arrogante. Debemos comprometernos como padres, pero debemos comprometernos con amor. La verdadera disciplina bíblica está motivada por amor por y para deleite en nuestro hijo y no por enojo (Proverbios 3:12).
La disciplina fiel y paternal es posible sólo cuando el padre terrenal ha sido disciplinado por el Padre de arriba. Imita el corazón de tu Padre Celestial en su bondad y en su amor hacia ti. La disciplina piadosa busca el bien del hijo más allá del momento inmediato. El amor de Dios nos busca con verdad para revelarnos nuestras faltas pero demuestra gracia al buscarnos cuando nos descarriamos. El amor genuino es expresado hacia nuestros hijos cuando la verdad es envuelta por la gracia. La verdad revela lo roto de nuestro corazón y la gracia busca la restauración y madurez del hijo en sabiduría. El propósito de la disciplina es hacer que tu hijo sea sabio hacia Dios y que se deleite en Sus caminos. La disciplina hecha amorosamente lleva un inmenso sacrificio y negación de nosotros mismos. Al final, disciplinar con amor y sacrificio es enseñarle al niño sabiduría hacia Dios, resultando en un corazón contento hacia el padre (Proverbios 15:20).
Recomendación de libros
Padres Fieles
Stuart Scott y Martha Pearce
Cómo Pastorear el Corazón de tu Hijo
Tedd Tripp
Nunca dejas de ser Padre
Jim Newheiser y Elyse Fitzpatrick
En inglés
Los deberes de los Padres / The Duths of Parents
J.C. Ryle
Escrito por: Dale Johnson
Dale sirve como Director Ejecutivo de la Asociación Bíblica de Consejeros Certificados, una Organización Nacional que certifica consejeros bíblicos para asegurar la integridad de la doctrina y para promover excelencia en la consejería bíblica. También es un anfitrión regular del podcast “Amor Verdadero” de ACBC.
Traducido por: Nelly Padilla / Mariana Robles
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