¿Qué haces cuando Dios te manda algo que realmente no quieres? Sé que Él es un Padre celestial amoroso, pero algunas veces no lo parece. Cuando oras a Dios, ¿Le pides lo que realmente quieres en esas circunstancias y después dices lo que Jesús dijo, “no mi voluntad sino la tuya”? ¿Estás sufriendo pero a la vez quieres honrar a Dios?
Frecuentemente escucho preguntas y comentarios como las del párrafo anterior. Creo que esto ocurre porque la gente que me conoce sabe que he tenido que pasar por circunstancias difíciles. Tal vez ven la esperanza en mí que les hace pensar que posiblemente tenga una buena respuesta. Y tienen razón. Mi camino a la esperanza en medio de sufrimiento profundo, no fue superficial. Fue difícil, fueron momentos llenos de dudas que le expresaba a Dios y de hambre por entender de que se trataba todo.
Pero ese camino difícil reveló verdades útiles… pautas que puedo seguir en mi vida… verdades que me dan esperanza. Lo siguiente son las palabras que compartí con mi amiga:
Esto suena serio. ¿Quieres saber lo que yo hago? Me humillo delante de Dios y recuerdo las verdades acerca de quien es Él, y quien soy yo: Él es Dios… yo no. Puedo tratar de sentarme sobre el trono, pero es inútil. Es un reino falso, me doy cuenta que no soy lo que pensaba. El trono de Dios es real y Él nunca lo abandona. Inicialmente esto parece ser una verdad áspera, pero la verdad es que ofrece el consuelo más profundo que existe. Dios es bueno y su voluntad no puede ser detenida ni cambiada por nadie. No tengo que controlar mis circunstancias sino que puedo descansar en saber que Él ya lo tiene controlado aún antes que yo supiera de la dificultad.
Los caminos de Dios son mucho más altos que los míos. Si Él está haciendo algo diferente a lo que yo quiero, Él no es el que está equivocado. Es bueno en estas circunstancias voltear a verlo a Él con la expectativa de su respuesta, y permitir que Él me guíe en el camino que Él ve claramente, aunque a mí me parezca oscuro y peligroso.
Él es bueno y solo hace lo bueno (Salmo 119:68) – esto significa que todo lo que toca mi vida descansa en y contribuye a sus buenos propósitos – sin importar la severidad de mis circunstancias.
Él ya conoce el fin de las circunstancias, y lo que para mí parece incorrecto, sólo es porque yo no veo el fin.
Le suplico a mi Señor que me ayude a creer lo que es verdadero y a rechazar las mentiras que llegan tan velozmente.
Y es cierto, le ruego a Dios y le pido de la misma manera en que Jesús oró, “Si esta copa pudiera pasar de mí que así sea… sin embargo, no mi voluntad sino la tuya sea hecha.” Esto me lleva a la humildad profunda al orar así, sabiendo que las circunstancias que tengo que pasar son ligeras en comparación a la profundidad del sufrimiento que el corazón de mi Redentor tuvo que pasar.
Y yo hago lo que usted está haciendo cuando comparte su pesar conmigo: me acerco con alguien para que me ayude… con oración y consejo. Cuando necesito hablar con alguien, lo hago. Me beneficia escuchar las perspectivas de otros para discernir si las circunstancias son tales que Dios quiere que trabaje en cambiar algo o si en verdad, Dios me está llamando a soportar lo que estoy pasando de tal manera que su gloria sea exhibida.
Sé que todo esto suena lógico, pero no siempre se lleva acabo tan ordenadamente. En realidad, casi nunca ocurre así. Mi corazón intranquilo, y a veces los corazones tan intranquilos de otros, estorban este proceso. En la Semana Santa, pasé tiempo meditando en el Salmo 22, un salmo mesiánico. Encontré compañerismo ameno allí y entendimiento para un camino de sabiduría por medio del sufrimiento y los anhelos humanos. Mientras escribía, el salmista se movía entre un enfoque de circunstancias dolorosas y la naturaleza de Dios. Esto me dice que no tengo que avergonzarme ni sentir que estoy fallando cuando siento profundamente el dolor y sufrimiento de mis circunstancias. Dios me invita a expresar lo que hay en mi corazón delante de Él, y en ese lugar seguro, no hay condenación. Esto no es algo que tengo que corregir porque es la realidad.
Sin embargo, también veo que el salmista valerosamente y definitivamente se aparta de sus circunstancias para enfocarse en la persona de Dios, observando quien es Él, cómo es Él, y cómo se ha revelado en el pasado. Esparcido entre estas perspectivas es una humilde y dependiente petición que Dios esté cerca y que provea alivio. Este proceso hacia Dios cambia al que se acerca. Ya no está consumido por sus propias circunstancias, porque está mirando en una dirección diferente con una pasión de proclamar la grandeza de Dios. ¡Este cambio dramático de paradigma es increíblemente poderoso! Las victorias de Satanás son alimentadas por el enfoque en uno mismo. La naturaleza verdadera del cristianismo es indiscutiblemente una orientación hacia otros. Cuando el corazón del salmista se dirige hacia afuera de sí mismo, Dios puede usarlo para lograr propósitos del reino celestial.
Estas verdades penetran mi alma como un bálsamo y me dan gracia y valentía para enfrentarme a lo que Dios ha diseñado para mi vida con esperanza – no por lo que yo soy, sino por lo que Él es y cómo Él obra en el mundo.
Escrito por: BETTY–ANNE VAN REES
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