Los cristianos deben perdonar. En Mateo 18 encontramos la parábola del "Siervo malvado" (Mateo 18:21-35) y entendemos que Jesús espera que perdonemos. Pero el mandamiento divino no aminora la dificultad emocional. El perdón es duro. Esto es especialmente cierto en los casos en que ha habido una traición por parte de un cónyuge. Esto significa que los consejeros necesitan pensar cuidadosamente acerca de cómo animar al cónyuge traicionado a perseguir el perdón. Hay dos peligros comunes en la consejería después del adulterio, que se relacionan con el perdón.
El primer gran peligro en la consejería de aquellos que han sido traicionados por su cónyuge es empujar hacia el perdón demasiado rápido. El dolor de la traición y la tensión entre las parejas luego puede ser tan insoportable que muchas víctimas de adulterio se verán tentadas a actuar con rapidez para simplemente poner el incidente detrás de ellos. No quieren sentir la forma en que pasaron las cosas, por lo que parece mejor simplemente "perdonar" y seguir adelante. Esto, sin embargo, no suele ser un verdadero perdón. Más bien es fingir. Es un esfuerzo de negación que trata de vivir como si las cosas no estuvieran rotas, como si el pasado nunca hubiera sucedido. Parece atractiva al principio, pero este tipo de negación rara vez dura mucho tiempo. El dolor y el quebranto existen, y sin trabajar directamente el adulterio y su impacto, el daño finalmente resurgirá.
Cuando los dos cónyuges son cristianos, la tentación de actuar rápidamente va acompañada de un sentido de obligación. Evelyn fue devastada cuando descubrió el pecado de su marido Tom. Él era el pastor de su iglesia y durante meses había estado saliendo a escondidas con su asistente administrativa. El dolor era real, pero ella sabía que Jesús había enseñado la prioridad del perdón. "Tengo que perdonarlo", me dijo en nuestra primera reunión. Sus palabras revelaban una obediencia a regañadientes, no un deseo sincero. En su mente, su perdón era el derecho de Tom, y ella tuvo que concederlo. En cierto sentido, tenía razón, necesitaba perdonar a su esposo, pero también necesitaba procesar lo que había sucedido, el cómo debía ser su arrepentimiento y buscar la ayuda de Dios para cultivar un corazón perdonador. Esta última parte, un corazón perdonador, es clave. Jesús nos indica en la mencionada parábola no simplemente que debemos perdonar, sino que debemos perdonar "desde el corazón" (v. 35). Evelyn tenía una apariencia de perdón, pero definitivamente no era perdón de corazón.
El segundo peligro que los consejeros se encuentran es una poca disposición a fomentar el perdón. Es natural querer dar al cónyuge traicionado tiempo para llorar y procesar la traición, pero si permitimos que esto continúe sin animarles a trabajar el perdón, fácilmente se volverán amargos y resentidos. La tentación para los consejeros es justificar y excusar continuamente a los cónyuges heridos, por castigar, reiterar los detalles, y tener ira contra el otro. Aunque estas emociones y prácticas son algo esperadas (aunque pueden ser pecaminosas) al principio de la consejería, eventualmente deben ser abordadas. A veces un consejero puede tener miedo de decir cosas duras a los que viven con dolor, pero si no lo hacemos les haremos más daño que bien. La amargura es una raíz venenosa que causará toda clase de "problemas" (Hebreos 12:15); y debemos ayudar a nuestros aconsejados a evitarla o cortarla.
También es tentador para un cónyuge traicionado buscar castigo en lugar de reconciliación. El perdón es dejar pasar el derecho a exigir el pago de una ofensa, pero para algunos cónyuges el deseo es "hacer que sientan mi dolor". Así, se convierten en agentes de policía en su propia casa, constantemente explorando evidencia de mal en su cónyuge, investigando, presentando pruebas e imponiendo un "tiempo de cárcel". Esto hace que la meta final sea la venganza en lugar del perdón, y el proceso de la policía no ayuda a un cónyuge traicionado a aprender a perdonar. Entendiendo la importancia de la rendición de cuentas, algunos consejeros pueden estar inclinados a dejar que esta práctica continúe, pero están estableciendo en sus aconsejados un futuro de desconfianza y amargura. Los buenos consejeros limitarán, lo mejor que puedan, el nivel de responsabilidad que un cónyuge traicionado tiene por la rendición de cuentas de su ser querido. Los consejeros deben responsabilizar al traidor y hacer la investigación apropiada en nombre del cónyuge traicionado, dejándolos libres para avanzar hacia el perdón.
El perdón es esencial para la sanidad, no sólo del matrimonio, sino también del cónyuge traicionado. La triste realidad en nuestro mundo caído es que no todos los matrimonios sobreviven. Perdón y reconciliación no son lo mismo. Un cónyuge traicionado puede estar dispuesto a perdonar, pero a menos que el traidor se arrepienta, no puede haber reconciliación (Lucas 17: 3). El adulterio puede ser devastador para un matrimonio, y los cónyuges a veces se niegan a renunciar a sus relaciones ilícitas. La víctima de la traición puede encontrar la paz y el progreso a través del desarrollo de un corazón perdonador. Los buenos consejeros deben ayudarles a desarrollar esos corazones lentamente, con el tiempo y de la manera correcta.
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¿Cómo has ayudado a cónyuges después del descubrimiento de una infidelidad?
Dave Dunham es pastor de consejería y discipulado en la Iglesia Bautista Cornerstone en Roseville, MI. Se graduó en el Seminario Teológico Bautista del Sur (M.Div.).
Traducido por: Miguel Linares