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Clamor del alma deprimida a Dios


¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, Con tristezas en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí? Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío; Alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte; Para que no diga mi enemigo: Lo vencí. Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara. Mas yo en tu misericordia he confiado; Mi corazón se alegrará en tu salvación. Cantaré a Jehová, Porque me ha hecho bien. (Salmo 13:1-6)


Cuatro clamores

El Salmo 13 es una de las oraciones más desgarradoras y honestas en la Biblia. Aquí hay un alma deprimida, en angustia, luchando día y noche con lo que Dios está haciendo en su vida. Se siente abandonado por Dios, superado por el dolor y totalmente golpeado por el enemigo de su alma. Sin embargo, mientras él aprende a someter todo pensamiento y temor al Señor, en oración, finalmente elige el camino de la alegría.


"¿Cuánto tiempo, oh Señor?" es el grito repetitivo del hombre. ¿Cuánto tiempo me olvidarás? ¿Cuánto tiempo ocultarás tu rostro de mí? ¿Cuánto tiempo el dolor llenará mi corazón? ¿Cuánto tiempo mi enemigo será enaltecido sobre mí? Aquí hay un lamento honesto — piadosamente quejándose con Dios.


Los hijos de Coré experimentaron la misma agonía de alma y también llevaron su lamento delante de Dios. “Despierta; ¿por qué duermes, Señor? Despierta, no te alejes para siempre. ¿Por qué escondes tu rostro, y te olvidas de nuestra aflicción, y de la opresión nuestra? Porque nuestra alma está agobiada hasta el polvo, y nuestro cuerpo está postrado hasta la tierra.” (Salmo 44:23-25).


Lejos de ser pecado, estos clamores del alma son realmente actos de fe porque es al Señor a quien cada uno de estos creyentes voltearon su mirada. Corrieron a Dios, no de Dios. Sí, lucharon por confiar en la sabiduría de Dios, pero su clamor era, en realidad, gritos de confesión de su profunda necesidad y declaraciones de dependencia a Dios. Son clamores de sumisión, no de ira. En la agonía de su alma, sabían a quién acudir. "Levántate para ayudarnos, y redímenos por causa de tu misericordia." (Salmo 44:26).


Dos suplicas:

En primer lugar, el salmista suplica por seguridad de que Dios se interesa en su caso, que de hecho lo ve en su aflicción. "¡Mira!", es decir, considera, echa un vistazo, presta atención. Es el grito del alma agonizante. Una vez más, su grito es un acto de fe. Es a "Jehová, Dios mío" a quien súplica. Por la fe, él cree que Dios escucha su gemido (Compárese con Éxodo 2:24).


En segundo lugar, necesita esperanza. En su aflicción, él ha agotado todos sus recursos y sus ojos se oscurecieron con desesperación. Por lo tanto, su declaración es "Alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte". Necesita tener esperanza, necesita de regreso el brillo en sus ojos. Eso es lo que le pide a Dios.


Tres conclusiones:

El punto de quiebre llega cuando la fe de este hombre, le ha dado sólo la fuerza suficiente para clamar a Dios, y le conduce a tres conclusiones en su corazón y su mente.


Él decide confiar. “Más yo en tu misericordia he confiado " (v. 5). Por la fe, decide descansar en el amor de Pacto de Jehová para él como parte del pueblo de Dios.


Él resuelve a regocijarse. “Mi corazón se alegrará en tu salvación.” Es la salvación de Dios, no la garantía propia que tuviera el salmista en ella, la que en última instancia fortalece su alma. Sí, hay un maravilloso consuelo que viene de nuestra propia garantía personal de que somos salvos. Pero no es nuestra experiencia personal y subjetiva la que va a ser nuestra roca real en esta tormenta. No, es la realidad objetiva de Dios como se le revela en las escrituras, el Dios de la salvación, en la que opta enfocarse.


Él decide alabar. "Cantaré al Señor, porque Él ha tratado generosamente conmigo." ¡Esto es tan importante! Él opta por alabar a Dios, quien sabe que es en última instancia soberano sobre las circunstancias de su vida. Incluso en su tiempo de aflicción consciente recuerda cómo generosamente el Señor ha tratado con él — no sólo en los "buenos tiempos", pero incluso en este tiempo cuando su alma está completamente devastada.

Cualquiera que sea la prueba, sin importar que tan oscuro sea el valle, podemos aprender de la honestidad tan cruda del salmista. Podemos clamar (llevar nuestras quejas) a Dios, en fe, confiando en su sabiduría y bondad, el amor inalterable del Señor que nunca falla. Si, podemos confiar en Él.


El Dr. Paul Tautges ha estado en el ministerio del evangelio durante 25 años y actualmente se desempeña como pastor de la Iglesia Comunitaria Cornerstone en Cleveland, Ohio


TRADUCIDO POR: PRISCILA ACUÑA

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