La palabra “Muerte”
Yo era un joven pasante de medicina sentado en la sala de espera junto a una pareja de ancianos. Ellos estaban alrededor de sus ochenta años. Yo tenía veinte tres años de edad y estaba equipado con esa peculiar y excesiva autoconfianza, que es la única posesión de los recién egresados. Lo que yo sabía, pero él no, era que él tenía un cáncer de estómago inoperable. Mi tarea era explicar el diagnóstico y decirle que se estaba muriendo.
Por supuesto que anticipaba una conversación difícil. Lo que no anticipaba era que cuando llegáramos a eso, la palabra "muerte" se atraparía físicamente en mi garganta. Tartamudeé y tartamudeé y de alguna manera, lo logramos. Fue una poderosa lección cuando se trata de hablar con enfermos terminales: Es más fácil hablar de la muerte en un estudio bíblico que frente a un moribundo.
Eligiendo Correctamente Nuestras Palabras
Ahora, treinta años después, tengo 10 años como médico y 20 años como pastor. Eso significó mucha muerte y personas agonizantes. Muchas conversaciones con la palabra “muerte”. ¿Qué sabiduría he obtenido?
Primero, he aprendido que cada situación es diferente. La razón por la que debemos ayudar de diferentes maneras es que cada uno de nosotros es diferente y cada persona que ayudamos también es diferente. Podemos aprender acerca de esto de Jesús. Cuando Jesús llega a Betania después de la muerte de Lázaro en Juan 11, se reúne con cada una de las dos hermanas. Ambas han enfrentado exactamente la misma pérdida. Ambas incluso le hablan precisamente las mismas palabras. Sin embargo, su respuesta a cada una no podría ser más diferente. Marta recibe un poco de teología (Juan 11:23-27). María recibe emoción y lágrimas (Juan 11:33-35). Diferentes personas realmente necesitan cosas diferentes, y Jesús, el maestro consejero, lo sabe.
Entonces, si quieres principios, aquí hay uno: ¡desconfía de las publicaciones del blog que te dice cómo hablar con enfermos terminales! Mejor, tome como protagonista a la persona en cuestión. Permita que guíe el estilo y el ritmo de cualquier conversación. Una conversación sensata y sin rodeos que funciona realmente bien con una persona puede ser un desastre total para otra.
Ciertamente quiero hablar sobre la muerte, pero quiero hacerlo a su ritmo y en sus términos. También quiero llevarlos a las Escrituras, pero de una manera que abra la conversación en vez de terminarla. Quiero ser cuidadoso con el tipo de declaraciones doctrinales sobre la muerte y la resurrección que funcionan principalmente como una especie de defensa intelectual contra las realidades del dolor y el sufrimiento. Seamos realistas: leer 1 Corintios 15 en voz alta es mucho menos demandante que sentarse delante del sufrimiento, compartir el dolor y llorar con ellos.
Siete cosas que no debemos olvidar
Pero con todo lo dicho, aquí hay siete cosas que (según su función y su relación con la persona moribunda) vale la pena recordar:
Hablar acerca de “hablar con otros de la muerte”: ¿Con quién más en su familia o grupo de amigos les gustaría hablar? ¿Hay formas en que podría ayudarles a lograrlo?
Hablar de “hablar con los médicos”: ¿Tienen toda la información que necesitan? Si no, ¿puedes ayudarlos a conseguirlo? ¿Podrías incluso ofrecerte para ir con ellos a alguna cita?
¿Hay algún asunto pendiente?: ¿Una amistad para restaurar? ¿Una herida que perdonar? ¿Una confesión que hacer? Es sorprendente la frecuencia con la que la muerte plantea tales problemas.
¿Hay mensajes que dejar?: Un padre con hijos pequeños puede querer escribir cartas o grabar mensajes para que sus hijos reciban en su cumpleaños número 18. Un padre con hijos muy pequeños podría decidir registrar algunos recuerdos personales o dejar algunos regalos para ayudar a sus hijos a recordarlo.
¿Han hablado con alguien sobre algún arreglo financiero que pueda necesitar un cambio o solución?: Es sorprendente la frecuencia con la que todos esperan que alguien más se ocupe de esto, y al final, nadie lo hace.
¿Alguien les ha ayudado a pensar en el cuidado del final de la vida?: ¿O sobre arreglos funerarios? Puede que no sea la persona adecuada para hacer esto, pero no asuma que esas preguntas han sido abordadas.
Por último, pero muy obviamente no menos importante, ¿qué preguntas tienen acerca de la provisión de Cristo y que piensan al respecto?: En general, he encontrado que organizar una reunión regular para leer la Biblia con alguien que tiene una enfermedad terminal es mucho mejor que dar un solo bombardeo de cada pasaje que menciona la resurrección. Se necesita tiempo y confianza para que surjan las preguntas clave.
Entonces, después de 30 años, ¿la palabra “muerte” todavía se traba en mi garganta? Si lo hace, y espero que siempre sea así. Porque si eso deja de suceder, significará que he comenzado a olvidar el dolor de la persona frente a mí y a desconectarme de él. Y eso no servirá, porque, para adaptar el título de un excelente libro, "Hermanos y hermanas, no somos profesionales".
Preguntas para la reflexión
¿Qué nos hace querer fórmulas y guías que nos ayuden en nuestra consejería? Después de la fe, ¿es la edad la variable más importante que afecta la manera en que nos acercamos a una persona que está muriendo? Si no, ¿qué crees que es? ¿Necesitamos superar nuestra dificultad para hablar sobre la muerte con el fin de ayudar a quienes se están muriendo o es más útil admitir nuestra lucha?
Steve Midgley es Director Ejecutivo de Consejería Bíblica del Reino Unido. Steve trabaja como pastor principal de la Iglesia de Cristo en Cambridge y se graduó como psiquiatra antes de ser ordenado al pastorado.
Traducido por: Gryndi Evia
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