La dulzura del matrimonio en el Señor
Hay ciertas verdades que hacen la vida y el matrimonio en el Señor infinitamente más dulces. El reconocer que "no somos nuestros propios dueños" es una de ellas. El hecho de que hemos sido unidos a Dios a través de Jesucristo, para vivir por Él, y el hecho de que hemos sido unidos a nuestro esposo o esposa, para buscar su bien eterno, son realidades que matan nuestras ambiciones egoístas, por la gracia de Dios. Escucha cómo Pablo lo dice en 1 Corintios 6.
"Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. Y Dios que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? De ningún modo. ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella? Porque dice: Los dos serán una sola carne. Pero el que se une al Señor, un espíritu es con Él. Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; más el que fornica, contra su propio cuerpo peca. ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6: 13b-20).
En el pasaje anterior, Pablo ofrece cinco verdades importantes acerca de nuestros cuerpos, y dos importantes verdades sobre nuestras almas, lo que significa 7 verdades importantes acerca de quiénes somos y a quién pertenecemos. Estas verdades tienen importantes implicaciones para la forma en que vivimos nuestras vidas, y ciertamente para nuestros matrimonios.
1. Nuestro cuerpo es, "para el Señor" (verso 13).
Nuestros cuerpos no son sólo para nosotros mismos. No son vehículos repartidores de deseos egoístas. Por el contrario, nuestros cuerpos son para el Señor.
Nuestra carne no piensa de esta manera. El mundo no piensa de esta manera. Si le preguntamos a 100 personas en la calle, “¿para quién existe tu cuerpo?", podrías encontrar uno o dos que contesten "para el Señor”. La mayoría dirían, sin mayor vergüenza, que sus cuerpos existen para sus propios propósitos y deseos. Cuanto más aceptemos y disfrutemos el hecho de que nuestro cuerpo es para el Señor, más vamos a aceptar y a disfrutar dándonos en servicio a nuestras parejas (esposo/esposa).
2. El Señor es para el cuerpo (verso 13).
Cualquiera que sea la objeción o la sensación de injusticia que nuestra carne haya sentido después del punto anterior debe ser disuelta aquí. Concretamente, el Señor no ha tomado nuestros cuerpos para ser considerado como cualquier esclavo suyo, sino como para ser usado por Él. Él se ha entregado asimismo a nuestros cuerpos. Él ha elegido hacer de nuestros cuerpos su casa. Esto nos debe de sorprender. De todos los lugares que el Señor podría elegir para habitar, Él ha elegido habitar en nosotros.
3. Nuestros cuerpos serán levantados a través de Su poder (versículo 14).
Nuestros cuerpos no son temporales sino eternos. Regresarán al polvo pero serán resucitados. Así como Dios resucitó al Señor Jesucristo, Él "también nos levantará con Su poder."
En otras palabras, estos cuerpos que se nos han dado serán los cuerpos que Dios levantará en el último día, glorificará, y nos dará para siempre. Nuestros cuerpos no son prescindibles. No son los parques de diversiones personales para fines egoístas y pecaminosos. Dios no nos ha dado cuerpos de alquiler, sino buenos, gloriosos, mortales y necesarios de resurrección que existirán por siempre.
4. "Un miembro de Cristo" (verso 15).
En otras palabras, nuestros cuerpos no son independientes. Todo lo que pensamos, sentimos y hacemos con nuestro cuerpo representa a Jesucristo, e incluso afecta a Jesucristo. ¿A quién unimos nuestro cuerpo (versículo 15b)?. Por lo tanto, nuestros cuerpos pueden ser objeto de pecado en contra (verso 18b). ¡Que increíble idea! Podemos mal usar nuestro cuerpo. Podemos maltratarlo y darle un mal uso. Pecamos contra nuestro cuerpo cuando violamos el propósito para el que fue creado y recreado.
Al mismo tiempo, al ser un miembro de Cristo también significa que estamos estrechamente relacionados con Cristo. Podemos pecar uno contra el otro en la forma en que usamos nuestro cuerpo. Esta idea es una profunda amenaza para el pensamiento de Occidente. Juntos componemos su cuerpo en la tierra, lo que hacemos con nuestro cuerpo refleja a Jesucristo en el mundo.
5. "Un templo para el Espíritu Santo" (verso 19).
Nuestros cuerpos son lugares de veneración. "Así que, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios, que presenten sus cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional." (Romanos 12: 1). Nuestro cuerpo es santo, porque el Señor Dios habita en él a través de su Espíritu Santo. Así es como el Señor viene a ser "para el cuerpo" (verso 13) - por el llenado de su Espíritu Santo.
Después de la construcción del templo en Jerusalén bajo el reinado de Salomón, presenciamos un momento impresionante.
Y cuando los sacerdotes salieron del santuario, la nube llenó la casa de Jehová. Y los sacerdotes no pudieron permanecer para ministrar por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová (1 Reyes 8: 10-11).
¡Cuánto más importante y espectacular podría ser el momento en que el SEÑOR descienda y llene nuestros cuerpos terrenales! La gloria del Señor ha llenado nuestro cuerpo. ¿No deberíamos tratarlo con la misma reverencia y cuidado que los sacerdotes de Israel trataron al Santo de santos? ¿No deberíamos utilizarlos en matrimonio de tal manera en la que el honor y la gloria sean para Dios?
6. "Unidos al Señor".
El significado por el que nuestro cuerpo se convierte en miembro de Cristo y templo del Espíritu Santo es la unión de nuestro espíritu al Señor. Por la fe, hemos sido unidos al Señor. Jesucristo oró para que esto sucediera a sus seguidores.
"Más no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste" (Juan 17: 20-21).
¡Eso es increíble! Cuando creímos en Él a través de la Palabra, nos convertimos en uno con el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. Ahora estamos en Él y unidos entre sí.
7. "Comprados con un precio."
Aquí Pablo nos da la explicación de todo lo que ha dicho, "Porque han sido comprados con un precio". No robados o explotados sino "comprados". Y el precio que se pagó fue un precio muy alto.
"Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación." (1 Pedro 1: 17-19).
"Sangre preciosa". La sangre de Cristo. Hemos sido liberados de la pena del pecado porque se pagó un rescate por nuestra libertad. Fue suficiente para satisfacer a Dios. ¿Es lo suficientemente relevante para satisfacernos? Si alguien te ofreciera 5 millones de dólares por tu coche, ¿tendrías la audacia de decirles, con una cara seria, que su propuesta no es lo suficientemente buena? ¿No pensaríamos que estarían pagando en exceso? Bueno, Jesucristo nos compró con su sangre. Hemos sido comprados con ese altísimo precio.
El resultado necesario.
Este es el resultado esperado de la actitud y perspectiva, que Pablo nos ha encomendado:
"Por lo tanto, glorifiquen a Dios en sus cuerpos".
Pablo ha estado hablando del cuerpo y del alma, claramente ve el cuerpo y el alma como el todo de ustedes y mío. Ellos van de la mano. Dios ha comprado a ambos. Cuando Él une nuestro espíritu a su ser, Él obtiene nuestros cuerpos también. En nuestra mayordomía de tiempo, energía y emoción, ¡glorifica a Dios! En nuestra mayordomía de recursos terrenales, sexo y comunicación, ¡glorifica a Dios! En nuestra mayordomía de todo lo demás que se nos ha dado en el matrimonio y por el matrimonio, ¡glorifica a Dios! Pablo piensa que estas acciones siguen por naturaleza el hecho de que hemos sido comprados por un (altísimo) precio.
Únete a la conversación
¿Estás aprendiendo a pensar y actuar no como tu propio dueño en tu vida y matrimonio, sino como alguien comprado por un alto precio y siendo mayordomo fiel de lo que Dios le ha dado por su gracia?
Piensa en 2 o 3 áreas de tu matrimonio donde todavía tiendes a vivir para ti mismo. ¿Qué cambiaría en tu actitud y comportamiento diario si aprenderías a tratar esas áreas como que no son tuyas, sino del Señor?
ESCRITO POR: JOHN HENDERSON | TRADUCIDO POR: MARCELA Y JORGE DE LEON ALBARRÁN
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